"Majestuoso, imponente, se yergue el Roque del Oeste como un monolito gigantesco. Junto a su base, las ondas se revuelven, se encrespan, se agigantan, saltan, batean la roca con traidores remolinos. Al pie del Roque, en los covachos, como guarida de monstruos, el agua rezongando, clamorosa dentro, escupe al aire sus espumas.
Es inabordable. Nunca la planta de un hombre profanó el misterio de su soledad. Las mismas gaviotas, que lo rodean en largas bandadas, que en él descansan en las penosas travesías, creo yo que nunca allí colgaron el amor y la poesía de sus nidos. Jamás una barca se acercó, rendida, a demandarle la piedad de su abrigo.
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