"Tan profunda era la oscuridad que Martín no alcanzaba a ver más allá de un par de brazadas. Percibía delante el aire del vacío, y desde abajo subía el clamor de las olas rompiendo furiosas contra las rocas; detrás alzábase el peñascal negro, erizado de picachos y en ellos el viento que los azotaba con furores de vedaval, rugía con continuo y estridente rumor. En los primeros instantes, entre el fragor de las aguas, Martín creyó oír los gritos angustiosos, voces desesperadas que se perdían en la soledad infinita del mar."